jueves, 29 de abril de 2010

El vampiro


El otro día tuve uno de esos sueños que ocurren o aparecen en los primeros momentos del descanso, cuando por la noche, al mirar la televisión, leer o platicar con la esposa, cabeceamos y cerramos los ojos sólo un par de segundos; que, sin embargo son suficientes para llevarnos muy hondo, al fondo de nosotros mismos.


Soñé que recién acababa de morir. Me daba cuenta y me sentía liberado, contento de poder por fin dar rienda suelta a mi naturaleza de fantasma. Recuerdo haberme sentido malo y experimentar con ello un placer punzante. Pensé: "Ahora podré volar y asustar a los vivos". Estaba ansioso por salir y abandonar para siempre el triste despojo en que se había convertido mi cuerpo. Sentí la ligereza de mi esencia inmaterial y desplegué por primera vez mis alas de alma perdida. Me iba pero al mismo tiempo seguiría aquí, con mi cara de espanto, para meter un calambre a aquellos pobres incautos, tan inseguros y enamorados tercamente de la vida. Comencé a elevarme y dar alaridos como, supuse, deben hacer los espectros, y fue en ese momento supremo cuando Ana me despertó, creyendo que tenía una pesadilla, cuando lo cierto es que, por un instante muy breve y hermoso, me había convertido en vampiro.

1 comentario:

madame dijo...

Qué chida está tu historia. Perdón por sacarte de tu viaje, pero al igual que todos esos incautos me asusté.