miércoles, 28 de enero de 2009

Un viejo poema


Mis manos,

como quien huye de la sequia.


Tu boca,

abril de niños ahogados.


En esta cama infinita,

que acecha en espera de hacernos pedazos.


Asalto,

obreros del último turno.


Una plegaria que se cree piel o aprensión,

antes de que te vayas.


(1998)

miércoles, 21 de enero de 2009

La poetisa maldita de la ruta 7




Sobre el tranquilo remanso donde duermen las estrellas,
la blanca Ofelia flota como un lirio.

Arthur Rimbaud

Cada indigente, pordiosero o artista callejero que hay en la ciudad arrastra su propia rareza. Ninguno es igual a otro: éste lleva consigo una jaula de cristal llena de tierra, aquél captura planetas con un hilo imaginario que lanza al cielo al caer la tarde, y ése echa llave a una puerta imaginaria cada vez que cruza la calle. Pero todos llevan de un modo u otro la impronta del infortunio, la fealdad y la locura; enigmas que despiertan miedo en la mayoría de la gente. No es para menos pues algunos de estos personajes son verdaderas esfinges urbanas con el poder de hechizar a quien las ve.

Eso me sucedió cuando conocí a Anka. Fue hace algunos años, al subir a un microbus en la glorieta de Insurgentes. Ella abordó dos cuadras más adelante: una joven mujer europea menuda y delicada, de rostro muy pálido y hermoso, aunque descompuesto. Su cabello rubio estaba casi a rape, dejando ver un cráneo surcado de pequeñas y numerosas cicatrices. Sus ojos azules profundos no se posaban sobre nada sino que permanecían fijos en el vacío. Llevaba un vestido sucio y un rebozo con el que envolvía un niño pequeño. Olía mal, como si no se hubiera bañado en semanas. Hablaba mucho, de manera confusa, con acento eslavo o alemán. Esa vez recitó un poema y lo hizo de manera vibrante, febril, paseándose por el pasillo y gesticulando de modo exagerado, saboreando cada unas de sus palabras, golpeando las “erres” al hablar, arrastrando la lengua como una prima donna:

El enigma de la fealdad tú no lo has descifrrado. Tú no sabes por qué el Señorr, dueño de los lirios del campo, consiente que la culebra vaya entre los lirrios. Él la deja atravesarr sobre los musgos perfumados. En lo feo la materria está padeciendo: yo he escuchado su gemido. Mirra su dolor, y ámalo.
Ama a la arraña, porque no tiene, como la rosa, la exprresión de la dicha, y no alegra los ojos que la miran.
Ámala porque es, con el escarrabajo, con el gusano de la tierra, un anhelo malogrrado de armonía, una ansia no escuchada de perfección.
Son como algunos de tus días, mezquinos y vulgares a pesarr de tí mismo.
Ámalos también porque no te recuerdan a Dios, ni los semblantes que has amado, como te los recuerda una azucena, y por esto mismo no alcanzan a inspirrarte amorr.
Ten piedad de ellos que buscan ávidamente, dolorrosamente, la belleza que no trajeron y a la cual aspira todo lo inanimado.
La arraña venturada, en su tela leve, sueña con la idealidad, y el escarrabajo deja el rocío sobre su dorso para que le finja, siquierra unos instantes, con la luz, un resplandor.

Lo primero que pensé, después de escuchar este fragmento de grandeza, fue que Anka era la reencarnación femenina de Charles Baudelaire, una poetisa maldita que de pronto aparecía en el D.F. casi 200 años después, sumergida en lo más hondo de la realidad mexicana, reivindicando con un poema el lado repulsivo de la vida y a sus hermanos, los lúgubres de esta ciudad “donde todo, hasta el horror reviste cierto hechizo”.

Anka terminó su declamación. En todo el tiempo no dejó de caminar por el pasillo, hablando y conduciéndose de manera extraña, casi delirante. El niño no dejaba de observarla en silencio mientras ella iba de asiento en asiento. Unos cuantos pasajeros le dieron dinero y los demás prefirieron no mirar, seguramente intimidados por su extraña imagen y su lenguaje cargado de símbolos.

-Acabas de escucharr el poema “Lo Feo”, poema moderrnista del mexicano Amado Nerrvo. Orra pasarré por tu lugar, por si quisierras dar moneda o sonrisa que no te perrjudiquen. No te olvides de mirrar al sol de frente mientras vas porr el camino, ni temas a las nubes que oscurrecen la salida de tu cueva, y recuerrda que después de la torrmenta los pimientos son rojoss.

martes, 13 de enero de 2009

Remedio para las anginas

He aquí un antiguo remedio para el mal de anginas, esas vesículas coloradas que nacen a ambos lados de la faringe, y que suelen inflamarse durante la infancia, provocando fiebre y un profundo malestar. Ana, que lo presenció de niña, me lo contó desde hace tiempo, en la época en que nos hicimos novios. Malena, su abuela, todavía lo utilizaba hace dos décadas, con buenos resultados. Lo presento como evidencia de un mundo que poco a poco desaparece.

El ingrediente principal era una rana viva, cuanto más verde y vigorosa mejor. Malena iba a comprarla al mercado de Beethoven, en Peralvillo. Cuando volvía a su casa, cogía a la rana por las patas y la azotaba contra el fregadero de la cocina hasta matarla. Mi esposa, que en aquel entonces tenía ocho o nueve años, dice haber sentido gran compasión por el desdichado anfibio; recuerda también que su abuela le decía que el trabajo requería sangre fría y que no debía sentir lástima, pues de lo contrario el animal no moriría, sin importar cuantas veces le azotaran la cabeza. ¿Se imaginan a la rana, por naturaleza libre y escurridiza, rendida entre las manos del gigante, aturdida por los golpes, viendo que su vida se acaba sin remedio, muy lejos del agua y de la hierba?

Ya que la rana había muerto, se cortaba a lo largo del plano coronal, de la boca a las extremidades, obteniendo dos mitades: anterior y posterior. Luego, de inmediato, la parte posterior (donde quedaba el corazón) se ponía sobre una sartén, se dejaba asar unos instantes y después se colocaba, caliente, sobre la garganta del enfermo, quien debía soportar el emplasto por varios minutos. Ana, que por fortuna ha gozado de buena salud desde siempre, jamás fue sometida a esta terapia inaudita, pero asegura que vio cómo su abuela lo aplicaba a sus hermanas más jóvenes, quienes no han vuelto a enfermarse.

lunes, 12 de enero de 2009

Revolución y braserismo en la tradición oral de Tlaxcala: el testimonio de Ambrosio Cote Flores (segunda parte)

entrevista realizada y transcrita por: Eduardo Rodríguez Flores

Ésta es la segunda parte de la entrevista que hice en 2003 a don Ambrosio Cote Flores, viejo centenario del pueblo de Santa María Acuitlapilco, en el estado de Tlaxcala; en donde sigue hablándonos de sus vivencias como revolucionario bajo las órdenes de Emiliano Zapata y de su experiencia como brasero en los Estados Unidos.

Edurardo Rodríguez (en adelante E.R.): Oiga don Ambrosio, ¿y Domingo Arenas[1]?
Ambrosio Cote (en adelante A.C.): ¡No!, Domingo Arenas estaba a favor de Emiliano Zapata, ese repartió las haciendas de aquí. (ininteligible) Yo fui emisario (ininteligible) por eso me escapé de muchos combates, porque me daban (ininteligible)...corporación de tal parte, y tal parte y tal parte (ininteligible) no, Domingo Arenas sí cumplió, donde que Domingo Arenas tenía su cuartel en el volcán, y lo fueron a ver los de los pueblos y le dicen: Oiga usted mi general, ya no podemos caminar porque los de la hacienda (ininteligible)...no tenemos argumento, pero él como tiene sus guardaespaldas, los de las haciendas, no nos dejan ya pasar, tenemos que dar la vuelta para poder ir a San Martín, para poder ir a...(ininteligible)...con tanto trabajo llegar a Huejotzingo, es mucho sufrimiento. ¿Y ahora qué quieren? Pues queremos, que si es su voluntad de usted que nos vaya a abrir un camino de aquí para allá. De acuerdo, traen sus palas y sus hachas y sus zapapicos y sus barretas y se vienen, y ustedes llamen con la campana ¡tan, tan! y corran a ver al otro pueblo, también llamen la campana, que se venga toda la gente. ¡Vamos a abrir el camino, cómo chingados no! No, pero los hacendados tienen su ingeniero ¡Yo no necesito hacendados ni ingenieros, yo necesito que ustedes vengan aquí para que me digan así o así...En terrenos de ese pueblo, luego luego...
E.R: ¿Qué pueblo era?
A.C: Es un pueblo...ya hasta se me olvidaron los pueblos, cómo se llaman. Pero sí sé cómo se llaman, pero el nombre de los pueblos ya no...Y luego: ¡a ver tú, tú, párate allá...la hacienda está aquí, y aquí entramos, ahora tú párate allá y tú te vas a parar ahí, de modo que la gente tenía que estár ahí, abriendo con el zapapico, y la gente que en vida (ininteligible)...que mandan a los policías de la hacienda a que les dieran en la madre...(ininteligible)...ya el general Domingo Arenas ya viene con sus tropas; ahorita lo agarramos a ese jijo de la chingada, y agarraron a los policías, los guardaespaldas de la hacienda y los fusilaron y ordenaron que...ya cuando llegamos a la hacienda ya no había nadie; los hacendados quién sabe qué rumbo llevaron, nomás les fueron a decir que ya había fusilado, que el general Domingo Arenas ya había fusilado a todos la gente de la hacienda (ininteligible) ...estaba re efectiva la hacienda, y sí tenía todo, nomás que el general, todos los caballos de los hacendados (ininteligible) ¡Anden, agarren su caballo, órale y síganme!, ya les daban su 30-30. ¡No, dejaron la hacienda vacía (ininteligible) ¡Dejen la hacienda vacía! No dejen ni rastro, dejen paredon, pero (ininteligible) todos los cabrones agarraron sus cobijas y todas las chácharas, todo lo que había por dentro. Había un camino real de diez metros de ancho.
E.R: ¿De dónde a dónde?
A.C: De allá de donde estaba su cuartel del general Domingo Arenas hasta la hacienda...allá está el camino real, ese que va para Huejotzingo, ¿si? Era un camino real que llegaba a Huejotzingo y luego iba atravesando para llegar a Puebla,. ‘Tons este, ¡No, él si cumplió! Nomás que la regó él porque lo mandó traer Venustiano Carranza y le dio los costales de puro oro, y dijo: Mira, ahí tienes armamento y tienes dinero, y si no te obedece Emiliano Zapata que vaya a nuestro favor, ¡Mátalo! ‘Tons este, el general Domingo Arenas...me ordenó llevarle la ordenanza para ir a combatir a Puebla, pero en lugar de que Domingo Arenas le pegara a los enemigos nos estaba pegando a nuestras tropas. Se dieron cuenta y suspendieron el combate, y el general Ayaquica lo (ininteligible) lo citaron por estar disparando (ininteligible) le dice: si tú eres zapatista, estás firmado en el Plan de Ayala, ¿por qué haces eso? Es que ya me dijo Carranza. (ininteligible) ¿Y tú qué piensas? No, pues yo voy a hablar con Zapata, y si él no me obedece me lo echo. ¡Tú te lo echas? Sí. Cuando estaba diciendo eso, uno por detrás que le (ininteligible) Estaba ya muerto. Le traspasó hasta este lado (se señala el pecho). Ya se murió el general Domingo Arenas...que le cortan la cabeza, que le mandan al general Zapata: aquí tienes a tu general Domingo Arenas; esto dijo y esto dijo y venía con cumplimiento de...yo le puse en la madre, porque este cabrón fue un traidor. ¡No! Se enojó el general Zapata: no lo hubieran matado, lo hubieran traido vivo al jijo de la mañana para quitarle la corporación y mandarlo a la corporación de los nuestros con centinela de vista, porque no es lo mismo que traiga el sus tropas que con otra corporación. Y ahora qué, ¿para qué chingados quiero yo la cabeza? (iinteligible) Quién sabe qué le pasaría a su cuerpo, total que ya no se dio razón de él, ya no volvimos a saber nada de él, lo mandó a fusilar el general Zapata. Pero también con esto les digo que lo andaba persiguiendo el cabrón enemigo. Y una coronela de Guerrero de dice: ¡General, no vayas a Chinameca, te va a traicionar Guajardo!
E.R: ¿Cómo se llamaba la coronela?
A.C: La coronela Almazán, le dice no vayas porque te va a traicionar Guajardo. Mira, vamos a ver cómo le hacemos, pero tú no vayas, ese cabrón de Guajardo quítale la corporación y lo mandas a él con otra corporación de los nuestros con centinela de vista, (ininteligible) él tiene que estar operando bajo una dirección, pero él no...no sé...se dejó, y cuando fue a Chinameca le hicieron honores, que llegó con su caballo ¡ay, sí! y entró en la hacienda de Chinameca que se le cierran a balazos, lo mataron a Zapata. Nomás quedó Villa. Y luego este...¡ya! Todas esas cosas que yo andaba mirando dije: ¡no! acaban, mataron a Zapata, yo ya no quiero...(ininteligible), y ahora vamos a estar bajo las órdenes de Álvaro Obregón, ¡No, váyase a la chingada Álvaro Obregón, yo ya me voy! Que agarro, que me deserto y que me vengo con mi caballo. Todavía fui a avisar a Puebla que me venía yo para acá, y sí me dieron mis centavos, ya me vine para acá....
E.R: ¿Y qué hizo cuando regresó usted?
A.C: ¿Mande?
E.R: ¿Qué hizo cuando regresó usted?
A.C: No, pues ya me puse a trabajar aquí en el campo, con mi papá. Él cuando me vio, se soprendió mi papá. Le dije: (ininteligible) traía yo un balazo que (ininteligible) me pegó acá, merito junto al corazón (se señala en medio del pecho), pero le había pasado a la cabeza del caballo y me traspasó a mí. Y por eso, (ininteligible) porque me aventé al río, porque ya a todos los estaban recogiendo, a los muertos, los habían hecho un montón, les echaron gasolina y les prendieron, yo me quedé abismado de ver a los muertos, cómo hacían (inninteligible) re feos, como queriendo correr...Dije no, pues que me levanto y me caí, no, no me aguanté, pero que me ruedo y que me echo al río, del Papaloapan[2], y así me trajo hasta Chinameca, me vine, ya que me sacaron de allá, un señor que me mandó con un lazo, así, me aventó un palo, nomás que cayó lejos, y yo ya no podía nadar pues con una mano, esta mano la traía yo así...tantito me sumía, tantito salía, pero yo pensaba: mejor que me pudra yo allí, entre las hierbas y no que me quemen, ¡no, está más cabrón! (ininteligible)
(en este momento se cambia de lado el casette)
E.R: ¿Y cómo fue que se curó?
A.C: ¿Eh?
E.R: ¿Cómo fue que se curó?
A.C: El señor ese fue el que me curó. Ya eso de la..¿cómo se llama?..del insulto, pues fumé harta marihuana y con eso se me quitó...me fui componiendo, me fui componiendo, y mire usted qué bien.
E.R: ¡109 años!
A.C: ¿Eh?
E.R: Ha vivido usted 109 años.
A.C: Por eso digo yo...a ver qué pasa, ya nomás voy a pagar, que me dicen mis hijos que se lo agarre. No, este jijo de la chingada, no...yo voy a ver, si no me lo da yo le doy en la madre sea quien sea, porque yo tengo hartos generales que me han dicho que me acompañan. Allá hay varios que tengo ahí. El que estaba aquí en Tlaxcala...me dice...Lo matamos al hijo de la chingada, a todo gobernante que sea cabrón y ojete le damos en la madre, nomás mandamos una escolata que le hablen para tratar un asunto y...¿qué cuesta? (con fastidio) Nomás que yo no...pues yo no quiero líos, ¡Chihuahua!
E.R: Oiga, don Ambrosio, ¿y qué más le dijo su papá cuando lo vio llegar?
A.C: ¿Eh?
E.R: Cuando terminó, cuando se salió usted de la revolución, ¿qué le dijo su papá cuando vio que llegaba?
A.C: ¡No, pues se sorprendió bastante! Pero, venía yo enfermo del paludismo, y aquí que me daban unos calambres y los dientes me daban..¡chin!...sonaban como...Pero me fue a traer una viejecita acá, chaparrita, blanca, ya completamente avanzada, a mí se me hace que estaba más avanzada que yo, y ella vino y me curó, me dio unos baños y mire usted qué bien...quedé perfectamente bien. Ya todas esas cosas que ya ví, digo ¡bueno! Si no me devolviera mi terreno pues yo me voy a morir, me muero más de estar pensando que en que se agarre el terreno, porque ese cabrón que me quita el terreno, quizas ahorita lo vea yo morir, porque todos esos cabrones que le quitaron porque aquí..., aquí nos quitó el gobierno 50 hectáreas y aquí otras hectáreas más que compramos apenas del rancho, también nos las han quitado...es que el gobierno...no....aquí nomás están todas las haciendas donde decía Torreblanca, dice: Escrito está que yo tanta carrera de andar a caballo, pero nadien sabe para quien trabaja; unos corretean la liebre y otros sin correr la alcanzan, porque la liebre se fue a meter a...un señor que estaba amogotando...la liebre, pues el caballo brincaba y corría, pues ¡unos caballazos que tienen ahí! Pero la liebre también es cabrona y yo creo que ya se había cansado la liebre y se fue a alojar a los brazos de un campesino que estaba...dice: aquí está la liebre señor, señor amo. Ya dice: ¡Maldita la torre de mi esperanza; unos corretean la liebre y otros sin correr la alcanzan! Entonces le dice: pues llévesela usted para que...¡No, no, no! Lo que sea de cada quien, yo mirá ya cómo viene mi caballo de tanto que corrí pa acá y pa alla, y saltaba pa acá y saltaba pa allá y no le pude pegar, pero...es tuya, es tuya, no te la quito, sigan trabajando...
E.R: ¿Eso quién lo dijo?
A.C: El señor este....de la...aquí del rancho de aquí de...Las Ánimas, ese fue el que, estaba la gente trabajando, segando trigo...y...aquí está la liebre...Bueno, le dijo: mañana te echas un buen almuerzo...es tuya la liebre, no te apenes. Si se la comería o le dio su libertad, eso sí quién sabe. Pero...hartas cosas que ví.
E.R: Oiga don Ambrosio, ¿cuándo se fue usted a Estados Unidos?
A.C: ¿Eh?
E.R: ¿Cuándo se fue usted a Estados Unidos?
A.C: Ah, pues yo me fui en ’59 y regresé en ’69.
E.R: ¿En dónde estuvo?
A.C: En Anaheim, estuve en las pizcas de naranja, de limón, de la fresa, de la uva, del plátano, del mango, de la....de la uva, ahí en la poda de la uva ya me estaba haciendo mal porque ahí entraba uno a trabajar a las tres de la mañana pa’ que a las nueve vámonos para afuera porque el calor no se aguanta...el calorón...Fui a ver a Santa Ana donde está el general Santa Ana, ‘ta un edificio de (ENFÁTICO) mucha categoría y tiene un letrero abajo donde dice: aquí fue donde entregó el general Santa Ana la Alta California a Estados Unidos, dije: uh, pues qué poca madre...Dice: ahora vamos a ver el indito, agarramos para el oriente, fuimos a ver al indito, un hombre con su sombrero de charro haciendo así (extiende la mano como si pidiera limosna) Está pidiendo limosna. Dice: el mexicanito, miren, está sentado en una piedra de oro, está pidiendo limosna. No, se burlan los pinches norteamericanos. Pues ni modo, si ya lo fui a conocer...ya qué. Anduve por ahí mucho tiempo, pero me fue bien, me hizo bien porque aquí andaba yo buscando herramienta para poder trabajar, aquí había yo depositado dinero en la hacienda, en las joyerías porque quería yo que me trajeran mis llaves para estirar alambre y...tuvbiera yo mi laminador y tuviera yo mis cosas, y nomás me engañaban, decían: ahí está tu dinero pero no ha llegado el pedido.
E.R: ¡Órale!
A.C: Y cuando yo llegué a Estados Unidos, allí...mmhhh. Allí en Los Ángeles, estaba en el cuarto piso...edificios acá...entré y dice: “repairing watch ” ah, chinga, y que ando buscando y un cabrón que me dice: (alza el tono) ¿Qué busca? Le digo: allí donde venden refacciones para componer relojes y máquinas y pa’ hacer cosas de joyería, pero no veo por ninguna puerta. Sí, es que usted no sabe, venga, lo voy a llevar, (alza el tono) ¿cuánto me va a dar? Usted dice. (alza el tono) Me da diez dólares. Sí se los doy...Ya nomás pinche botoncito (psshh) se abre y allí está el pinche...elevador; ya subí y uhhh, pero está como de aquí a la carretera el edificio, ¡Puro cristal! Y allí nomás llegas y tienes que agarrar tu charolita...porque allí no te dicen: vale tanto, y este vale tanto y este vale tanto...no allí agarras la charolita y allá donde están las refacciones tiene su precio. Dices: éste sí ¡pum!, éste también, éste sí, éste sí, éste no, éste sí. Después...ya...Acostumbrados aquí a...saco mi pañuelo (hace la mímica) y estoy echando las cosas aquí, me dice: (alzando el tono) ¿Qué va a hacer? Voy a envolver para poderme llevar. ¡No, no, no! Espérese, le van a dar ahorita un envase...¡Espere! Es que no encontraba la llave, lo tenía guardado en otro lugar. En eso que estoy mirando el estuche ese que ya lo vio usted. Le digo. Mister, how much too? Too? Le enseño. (largo silencio) Me pidió 70 dólares. Me dice: Yes? Sir, have no money, mexican poor. ‘Til tomorrow?. Y a ver si...(largo silencio) si hago Se lo habría de llevar, está barato, me dijo él en inglés. Digo: Have no money..le enseño nomás unos cuantos centavitos, nomás que traía yo para mi pasaje, para regresar a Fullerton y de Fullerton ir a Yerba Linda. No está muy lejos...Hamilton (¿?) para Yerba Linda está como de aquí a Tlaxcala. (silencio) Entonces ya dice (ininteligible) Ya agarró y...¡Qué veliz, híjole! Está retebien acojinado, ¡bonito, chingao! ¡Fiuuu! Esto no hay aquí en México. Nomás ese estuche aquí no lo hay.
E.R: No, ni ahora.
A.C: ¡Ahí está! (pausa) Ya que me agarra un fajo de papel membretado y dice: con este papel, cada vez que usted necesite, me manda decir en qué parte está y allá le llega la mercanía, nomás el dinero lo pone usted allá en la oficina adonde vaya a pagar, ¿sí? Le digo (hace la voz muy queda) Yes, sir. Bueno...’tonces este...ya lo compuso bien...(ininteligible) ¡Nombre, jijo de la mañana, sí retepesa! (hace la mímica) Me lo cargué con todo lo que tenía (ininteligible) Luego ya llegando, saliendo a la puerta donde sale uno del edificio me dice: aquí lo va a recoger a usted un coche de la joyería. Y yo ajá...Pero yo lo ví de gorrita, como de kepi...(baja el tono) ¡Híjole y ahora cuánto va a querer este cabrón, digo, y ya no tengo dinero. Dice: ¡No, no va usted a pagar ni un centavo, él se lo lleva a usted porque son de la joyería. ´Ta bien, vamos a ver. Cuando veo ya está así; se para el choche. (hace la mímica de saludar) Hallo, mister! Alright! Afternoon. Afternoon. Sir. What? Le digo: a la estación de Fullerton, para llegar a Yerba Linda. Alright! ¡Ah, pesa! Sí, sí pesa. Ya me vino hablando en inglés, y yo pues lo poquito que pude haber aprendido, como nunca fui a la escuela, nomás aprendí a lo...Pero...ya me traje, y aquí bajando del autobús...(ininteligible) después de cuando me dijo: Saque su boleto, y fui a sacar mi boleto y ya cuando volví ya no está. Dije, ya me robó este jijo de la mañana. Me dice: Súbase, me dice otro; súbase, ya su estuche ya lo metieron para adentro del (ininteligible). Venía yo con eso: no, pues aquí en México son más cabrones, allá no, allá es muy diferente. Bueno, pues ya...ya ahí vengo pensativo de eso (hace una pausa, pensativo) ¡Qué Chihuahua! Llegando allá a Fullerton, que me baja...cuando yo bajé del carro ya el estuche estaba ahí. Digo: ¡Ah, pues sí, sí, sí! Que agarro, que me lo cargo así, empicé a caminar y que me la agarra el policía ese que...y dice...What? Le digo: Yerba Linda. Yerbalinda, alright! Asociación Yerba Linda. Ya agarró y...¡Ah, sí pesa! Sí...súbase. Le digo: Have no money, mexican poor. No money, mister! ¿Quién le dijo? Pensé que...allá en México. Me dice: Sí, allá son puros rateros, aquí no; aquí lo que ordena, eso se hace. (pausa) Llegamos allá a...¡Número de barraca! Número quince. Aquí está el quince. Allá afuera ya formó el coche, me lo bajó y todavía me metió adentro y vio las camas, uno, dos, tres, uno, dos, tres, uno, dos, tres (silencio largo) Me dice: Bueno, bye! No..dije, pues ya me dice y no me dijo que dinero no, sí deveras no...No...(ininteligible) pero aquí son...es una barbaridad, ¿Cuándo tener una vida de esas de allá? ¡No! Fuimos...nos fuimos a divertir a un edificio...¡Carajo! 50 pisos hasta arriba. El mirador...¡uhhhh!...se ven los hombrecitos chiquititos, de abajo para arriba lo ve usted chiquitito, el tren lo ve usted para...ahí va arriba...¡Híjole! Me divertí mucho durante el tiempo que estuve. ‘Tons, ni hablar. Pues tengo...(contento) Ya vine aquí muy contento, traigo mis laminadores, traigo todo lo que necesitaba, traigo refacciones de reloj, traigo muchas cosas. Aquí ya me puse a trabajar. Aquí hay lana, nomás que ahorita en el cambio del gobierno, usted va y compra un relojito de estos, que le dilató a usted ocho, quince días, veinte días, un mes, le dicen a usted en las relojerías: Ya relojes de esos de las naciones ya no hay, mecánicos, suizos y estadounidenses y alemanes y de aquí en todas las naciones había de eso, ahora ya no hay nada de eso. Pero este reloj no es mecánico es de batería, ya lo avienta a la basura y se compra usted otro, es que aquí debe girar el comercio, un reloj de estos ¿cuántos años le dilatará? Y así son los longin y así son los alien y así son los omega y los illinois y así hay hartos relojes que son de calidad, pero ya cambió la situación, ahorita vas a buscar refacciones de esos relojes, ahí tengo un montón de relojes, pero ya no hay refacciones porque ya está prohibido.
E.R: ¿Y aprendió a reparar relojes allá, en Estados Unidos?
A.C: Sí (larga pausa) pero aquí vine (ininteligible) por eso me compré hartos terrenos, porque yo todos mis centavos acá. (señala uno de los bolsillos de su pantalón) Eh, dispara...así, pero tú quieres que yo te dispare, ¿y tú qué me vas a disparar? Pues yo, no tengo dinero, ¿qué te disparo? Ahorita estoy amolado. ¡No, es que eres miserable! ¡No, no es que sea yo miserable! Es que...los tiempos tienen sus épocas y las épocas tienen sus tiempos (suena el reloj de pared una, dos veces).

En esta parte suspendo la transcripción de la entrevista.

BIBLIOGRAFÍA
Buve, R. (1994) El movimiento revolucionario en Tlaxcala. UAT-UIA.
Cuéllar, C. (1975) La revolución en el estado de Tlaxcala. Tomo I. INEHRM-SEGOB.Ramírez, M. (1995) La revolución en los volcanes: Domingo y Cirilo Arenas. IIS-UNAM

NOTAS
[1] Domingo Arenas (1888-1917): caudillo tlaxcalteca que, en 1914 se declaró partidario del Plan de Ayala y de Emiliano Zapata. Realizó un amplio reparto agrario en el valle de Puebla y Tlaxcala, y en la región poniente de esta última entidad. En 1916, Domingo Arenas se unió al Ejército Constitucionalista. Fue asesinado por los zapatistas a mediados de 1917, en las faldas del Popocatepetl. Ramírez (1995) lo considera el verdadero ejecutor de la Reforma Agraria en México. Poco después de su muerte, su hermano Cirilo abandonó las filas carrancistas e inició una audaz rebelión en la zona de los volcanes, siendo fusilado en Puebla tres años más tarde (Cfr. Op. cit.)
[2] En otra ocasión don Ambrosio me contó que estos hechos ocurrieron en el puente de Santa Lucrecia, en Veracruz. La referencia al río Papaloapan nos puede dar indicios del lugar exacto en que acaecieron.

lunes, 5 de enero de 2009

Revolución y braserismo en la tradición oral de Tlaxcala: el testimonio de Ambrosio Cote Flores (primera parte)

entrevista realizada y transcrita por: Eduardo Rodríguez Flores

El siguiente texto es la transcripción de una entrevista que sostuve, la noche del 30 de diciembre de 2003, con el señor Ambrosio Cote Flores, en Santa María Acuitlapilco, estado de Tlaxcala. Se trata de un viejo de 109 años, con una vitalidad y elocuencia sorprendentes; veterano del Ejército Libertador del Sur y ex brasero, por mencionar dos de los periodos más relevantes en su vida. A través de sus memorias se despliegan la historia profunda de su región y del país. Considero que se trata de un testimonio excepcional, tanto por los datos históricos que ofrece como por lo bello de la narración.

Conocí a don Ambrosio en 2002, un año antes de que esta entrevista se realizara, durante un periodo de trabajo de campo en el suroeste tlaxcalteca; en aquella ocasión, el hombre me habló durante muchas horas sobre una larga serie de temas y experiencias. Esa vez no llevaba la grabadora conmigo y me limité a tomar algunas notas en el transcurso de la conversación, que utilicé eventualmente para redactar un pequeño artículo[1].

Mantuve el contacto con don Ambrosio a lo largo del año pasado, lo visité y hablé con él en varias ocasiones. Me familiaricé con sus preocupaciones actuales, sus aficiones, sus recuerdos, sus esperanzas y su particular estilo de narrar las cosas: casi como un monólogo, ofreciendo múltiples detalles de la época y sus escenarios, representando minuciosamente diálogos ocurridos entre él y las personas que van acudiendo puntualmente a su memoria.

Fue por ello que, cuando finalmente le pedí grabar la historia de su vida, o mejor dicho de algunos episodios, no tuve problema para formular unas cuantas preguntas abiertas sobre eventos y personajes que, sabía yo, a don Ambrosio le gusta contar de manera extensa una y otra vez. Me enfoqué principalmente en el periodo revolucionario y en su etapa como brasero en los Estados Unidos, que abarca diez años (1959-1969). Sin embargo en la última parte de esta extensa entrevista, don Ambrosio me habló de otros temas como el trabajo y la relación con su familia, esto de forma dispersa. A partir de ahí el ritmo de la narración decayó notablemente debido al cansancio del viejo y a mi mala decisión de alargar la entrevista lo más posible con el propósito de reunir el mayor número de detalles y temas de una sola vez. Por otro lado, la calidad de la grabación es muy deficiente, a causa de ciertos desperfectos en la grabadora que no revisé con anterioridad; no obstante que pude rescatar la mayor parte del relato. Por ello, es que decidí no transcribir esta parte y dejar sólo aquella con mayor unidad temática.

En el futuro deseo grabar a don Ambrosio una vez más e integrar ambas entrevistas completas en un texto más amplio, contextualizándolas en su tiempo y espacio correspondientes[2]. Por el momento me he limitado a hacer algunas anotaciones a pie de página para puntualizar datos sobre algunas personas, hechos o palabras, cuando el mismo don Ambrosio no lo hace.

NOTA: Los primeros 30 ó 40 segundos de la entrevista no se grabaron debido a una falla de la grabadora. Sin embargo comenzó con un:
-Don Ambrosio, ¿podría platicarme cómo entró usted a la Revolución y cuáles fueron sus vivencias?
Al principio don Ambrosio contó que su padre, Anastasio Cote, entró al club anti-reeleccionista de Aquiles Serdán, quien apoyaba a Francisco I. Madero.

Ambrosio Cote (en adelante A.C.):...Aquiles Serdán era hombre de dinero y era inteligente, pero tenía hombres que lo acompañaban. ‘Tonces nos citaba a que fuéramos a las juntas a su casa, y nos mandaba con Melitón y Andrés Campos, que tenían una carnicería “El Cisne” y eran partidarios de él; y allí en su casa nos daban de comer y ahí estaba la hermana de Juan Cuamatzi[3], porque Aquiles Serdán...(señala hacia donde se encuentra la bandera)[4] ahí está la bandera, de esa fecha, ahí dice Aquiles Serdán. Entonces íbamos a las juntas. Venían de toda una cantidad de estados, venían y se reunían ahí, llegaban en las tardes, y en fin...ahí se juntaban y se trataba el asunto de apoyar a Francisco I. Madero y al Plan de San Luis Potosí, (señala) ahí está el Plan de San Luis...porque Madero apoyaba al pueblo. Entonces cuando se trató de que Porfirio Díaz perseguía a Francisco I. Madero, entonces el gobernador Próspero Cahuantzi, porque todos...Porfirio Díaz dilató treinta y tantos años gobernando, y el gobernador de Tlaxcala también dilató esa fecha. ´Tonces vino y nombró a Juan Cuamatzi general. Ya estando allí en juntas, con un gentío que había dice: bueno, ya traigo la bandera, ¿quién va a ser tu abanderado para el ejército?..¡A ver!, ¿quién de todos quiere irse aquí con Juan Cuamatzi?, ahorita le damos el nombramiento de general. Y toda la gente que son partidarios de Madero, de Tlaxcala, -era Tlaxcala y aparte los estados-. Entonces, pues había harta gente pero nadien quería, entonces el general Antonio Mora...(señala) ahí tengo la fotografía del general Mora...dice: pues aquí esta este muchacho, qué ¿a poco no podrías tu llevar la bandera como quien va a la escuela y lleva, el abanderado de la escuela, no podrás? Le digo: ¿cree usted? Sí, de llevar, no vas a ir solo, vas a ir acompañado, todo como estamos ahorita mira, había harta gente. Estábamos reunidos en Tepehitec, en casa de los generales Sánchez, que pelearon en 1862. Entonces, ¡A ver!, ¿quién quiere ir? No, pues ninguno quiso. Y me dice: mira, te va bien, tú llevas la bandera, tú vas de frente con la bandera y la gente ahí va con...
Eduardo Rodríguez (en adelante E.R.):...le dijo usted.
A.C: ¡A mí me dijo!...¿O qué le tienes miedo? No, pues miedo...¿por qué he de tener miedo? Pues porque de repente tengas miedo que te quiten la bandera. Le digo: yo por eso, si veo que llevando la bandera me la quieren quitar, aviento el palo y me la echo dentro de mi camisa la bandera y me echo a correr o me defienden y pues ya estuvo. Y ya: eh, eh! (Don Ambrosio aplaude) Entonces qué, ¿te arrancas? Pues no sé. Mira aquí te acompañan tu papá y tu mamá, no estás solo (ininteligible) Entonces, no le tengas miedo, ¡chihuahua! No vas solo. El abanderado es uno, el que está acá portando la bandera y otros son los que están en la revuelta. ‘Tons nomás tú, caminando por donde te manden. Bueno. ¿O qué tienes miedo? No, pues..no..ya...Sí, sí bueno, a ver órale, que me echan aplauso y me dieron hartos abrazos y ya. Pues fórmese aquí, me dicen. Me sacaron la fotografía y me hicieron la protesta de ley, el general Juan Cuamatzi, y ya se nombró su Estado Mayor de Juan Cuamatzi. Y ya pensaba yo...luego me dieron un fusilote grandote así, ¡jijo de la chingada, qué bárbaro! Mire usted, te vamos a dar un fusil pa que te defiendas, pa que no te quiten la bandera, te ven el fusil y no se acercan contigo. ¿Lo vas a poder manejar?. Pues yo creo que sí, pero estaba yo pensando que como aquí a las escopetas (ademanes) se les echaba su polvorita, se le hacía así para que bajaran el pivotito, luego le echaba uno su taco, le ponía uno su casquillito, luego le echaba uno su munición y luego otro taco y...y uno, dos tres, ya para echar el balazo: uno, dos, tres...¡pau! Y no, pues eso sí lo sé hacer, si aquí en los pueblos es lo que más se usa. Que se carcajean y me dicen: pues órale, a ver si la puedes manejar. Yo sentí muy pesada la pinche carabina (ininteligible) a ver cómo le vas a hacer, ¿cómo le haces con la escopeta? Ah, pues la escopeta nada más uno, dos, tres...(ininteligible) estoy mirando: no le veo el casquillito y luego que se abre (ininteligible) que se caracajean todos. Me dicen: a ver ten un cartucho, un cartuchote grandote, puntiagudo. Méteselo. Se lo meto (fshh), se metió y luego le bajo el aletón, y...¡No le vayas a jalar, no le vayas a jalar porque aquí estamos harta gente! Vas a ir a echar un tiro allá afuera para que te adiestres, ya estando allí por eso se te va a dar tu carrillera para que ves una liebre seguro te lo echas. A ver vamos a ver, que salgo afuera y ¡POM! ¡hijo de la mañana me ensordeció porque es un sonido muy (ininteligible) me dijo que apuntara yo para arriba que no apuntara yo porque le podía pegar a alguno. (ininteligible) ¡pas! Ya mero lo soltaba yo, me pateó la carabina...y luego...¿Se te hizo difícil? No, difícil no. Eso para que vieran que no tengo miedo. (ininteligible) Pero ¿me pudieran conseguir una más livianita que ésta? Ahorita te la cambiamos, nomás ‘pérate. Entonces ya me cambiaron el fusil y (ininteligible) (dianas aplausos)...de Tepehitec al estado, Tepehitec es un pueblito y allí todo estaba despoblado. Yo les platico Tlaxcala como estaba: nomás el portal grande, el portal chico y la...
E.R:...la parroquia
A.C: La parroquia de San José y la otra iglesita que...era la de...
E.R: ...el convento.
A.C: No, ese está más pa’ acá arriba...Estaba todo despoblado, había callecitas pero de puros organillos. Se iba uno a ensuciar donde estaba la parroquia de San José, estaba allí ancho. (ininteligible) Tanto que hasta una vez que estábamos allá me dieron ganas de ir al baño y dije ahorita voy a ir, llego y me siento y veo que todos me están mirando, y agarro unas hierbas y (ininteligible) que...¡ay hijo de la chingada, era el chichicaxtle![5]
E.R: ¡Híjole!
A.C: Híjole, me limpié y se llenó de pichancha de la hierba que está espinosa, y ahí me voy rascando, no fui a demostrar. Ya nos fuimos para San Bernardino Contla, ahí estaba el cuartel de Juan Cuamatzi y ya...empezaron ¡Viva Madero! ¡Viva Madero! ¡Viva Madero! ¡Viva Madero! ¡Viva Aquiles Serdán! ¡Viva Madero! ¡Viva Aquiles Serdán! ¡Viva Madero!
E.R: ¿Eso en qué fecha fue?
A.C: En 1910.
E.R: ¿En qué mes?[6]
A.C: No, pues por enero, porque nosotros estábamos desde antes, íbamos a las juntas...nos daban de comer bien. Esos hombres tenían harto ganado...un corralón, ¡Chihuahua! re grande, y había hartos toros, hartos becerros, hartos borregos y hartas cosas; y ahí estaba la hermana de Juan Cuamatzi, ella estaba haciendo de comer para toda la gente que llegaba de visita. Era un gentío tremendo. Pero ya luego se rebelaron en contra de (ininteligible) y aquí también Juan Cuamatzi. Y andábamos ya en los combates, y resulta que fuimos a combatir allá a los molinos que están para Atlixco y allí salimos ya rumbo al volcán de aquí, La Malinche. Anduvimos por todos los pueblos y ahí se nos incorporó Carmen Vélez López, y esa porque le quitaron los porfiristas, el gobierno porfirista, le quitó dos haciendas. Su papá tenía cuatro haciendas, dos en Puebla y dos en Tlaxcala; pero como a ella le quitaron dos haciendas –las de Puebla- y ...entonces: ¡Ya me quitaron dos haciendas! ¡El gobierno ya me las quitó!. Fue y se rajó con Carmen Serdán, le dice: ¿Tienes las escrituras? Dice: Sí. No pues estás bien, no debes nada, ‘tons ¿qué? El gobierno ese es cabrón, (imperativo) te vas conmigo. Y como era la señora Carmen Serdán (henchido de orgullo para destacar la lozanía y belleza de dicha mujer) Señora de mucha..., como la Josefa Ortiz de Domínguez (señala) Pues vendió las haciendas, le dice: Mira, vamos a darles en la madre a estos hijos de la chingada...Ese dinero que me van a dar, te voy a mandar pedir una remesa de armamento (don Ambrosio pronuncia una frase ininteligible) Le dieron armamento y le dieron parque y le dieron todo. (ininteligible) un batallón y ella también luchó a balazo y susto, y ella fue la primera que le puso preso a Próspero Cahuantzi por haber matado a Juan Cuamatzi. Y a los quince días cuando lo fueron a abrir ya estaba, se había muerto.
E.R: ¿Quién se había muerto?
A.C: ...Próspero Cahuantzi.
E.R: ¡A poco!
A.C: Sí, ese murió en la cárcel. Pues ya no le dieron de comer y dijeron Próspero Cahuantzi...(ininteligible)...a punta de plomazos. El gobernador será gobernador mientras esta en el poder, pero ya viniendo los revolucionarios él trató de pelarse. Él no trata de enfrentarse. Y ya, resulta de que nombraron a Felipe Villegas que se quedará a las ordenes de las tropas del general Juan Cuamatzi, y yo le vi cara de muy pendejo. Yo dije: no, váyanse a la chingada.
E.R: ¿Después de que mataron a Juan Cuamatzi?
A.C: Sí, yo dije. Juan Cuamatzi pasó (ininteligible) de armas, pero quien tenía dos cartuchos, quien tenía diez, quien tenía cinco, quien tenía ocho, quien tenía tres, quien tenía...quien ya no tenía nada, y que le digo: bueno, con ese cabrón nos van a dar en la madre, aparte es pendejo para los plomazos. Pero los que quieran venirse conmigo vénganse, que nos vamos a pelar de aquí. (Pausa) A ver qué asunto...al fin que tenemos buenos caballos. Entonces que agarramos el Camino Real que va de Texmelucan a Puebla, y ahí vamos y ahí vamos, llegamos después al Rancho Colorado. ¿Saben qué? Pa que no nos vean armados, en esas pinches pozas del azufre, hay unas que ya estaban secas. Ahí enterramos las armas, envolvimos el parque y todo, y las armas las envolvimos con los costales y esas cosas, echamos unas piedronas entre harta gente, éramos cincuenta. Conseguimos unos palos, unas troncas, unos árboles que los rodamos con mucho sacrificio, pero entre diez cabrones nos valimos y lo échamos (ininteligible) ¡Vámonos! ¡Vamos a buscar chamba que queremos trabajar! Tenemos nuestra yunta de mulas, a ver qué y acá...sin novedad. Y entonces se quedaron cinco en Cholula y otros los dejamos en Atlixco y otros los dejamos en Tepejuma, y nosotros, los poquitos que me quedaban, nos fuimos para Matamoros, y ahí en Matamoros (ininteligible) (con timidez) Buenas mi jefe! (pausa) ¿De qué tropas son ustedes? (con tono marcial) Nosotros somos de Emiliano Zapata, el que defiende a los campesinos. Así es que...¿Y cómo podemos hablar con él? (imperativo, alza la voz) ¿Para qué quieren hablar con él? Pues para que nos incorporemos con él, venimos aquí y tenemos más gente. Ya ordenó un coronel que nos dejaran ver a Zapata, y no encontramos a Emiliano Zapata, sino encontramos a su hermano Eufemio. Entonces ya le comentamos y dijo el general Eufemio: Vayan por la gente y se traen el armamento. Y ya veníamos con tropa, veníamos jesuseando, pensando que no ya haigan sacado los cabrones fusiles, no nos vayan a fusilar porque dijo que si los engañábamos nos pasaran por las armas. ¡Pues a ver qué suerte corremos! Ya llegamos allá, tal como dejamos los pinches palos, piedra...todo, pero sí, las cabronas carabinas empezaban a sudar, como es azufre ahí en ese lugar, el paso de Rancho Colorado, allá es azufre, ahí nos acercamos y ya...(ininteligible) fuimos allá a Cholula, que se nos rajan. Ya los formaron. ¡Fusílenlos! Orita los fusilamos, ¿se van o se quedan? Aquí hay dos cosas: ¿se van con nosotros o de una vez los fusilamos aquí? (con resignación) ¡No, pues fusílenos usted! Ya nomás dos, de los que habíamos dejado. Dice: pues yo ya tengo mi, ya tengo trabajo, vea usted, con los caballos del rancho, trabajando aquí los campos (ininteligible) y los pueblos, me estoy ganando mis centavos y aquí no, pues aquí me voy a arriesgar el cuero y no...Ya los formaron para fusilarlos, pero se compadeció el coronel y dice: ¡Poco hombres, hijos de la chingada! Los dejamos; nomás les recogimos los caballos. Luego nos fuimos para Atlixco, esos sí jalaron; fuimos a Tepejuma, también jalaron, los que dejamos allá en...Matamoros, también nos acompañaron. Ya nos va plática y plática la gente: (vehemente) ¡No ahora sí, nosotros vamos a pelear porque...(ininteligible) y aquí el pinche gobierno es cabrón, pero ahorita le damos en la madre! Fuimos allá, y ya cuando fuimos ya estaban los dos generales, el general Eufemio y el general Zapata, él con su sombrerote acá, vestido de charro, con su pistola llena de (ininteligible) porque él no usó, él usó un sombrerote de esos antiguos, pero él era amansador de caballos y le montaba los becerros, y los toros los montaba, y cuando brincaba el caballo (ininteligible) daba medias vueltas el cabrón animal, él ya que vio que lo cansó nomás le echaba un salto pa abajo, ya corría los animales (ininteligible)...era cabrón, era muy tremendo el general Emiliano Zapata, además que estaba grandote, su hermano también, más grande que él, pero yo digo que estaban cabrones. (ininteligible)...y ya empezamos a andar, dándole en la torre a los cabrones del gobierno, quitándole las haciendas, quitándoles todo y entregándole a los campesinos, es a lo que se dedicó Zapata. Él fue el que se encargó de quitarles a los hacendados las tierras y darselas a los campesinos. Así anduvimos hasta que se tomó la plaza de México, vino el general...Francisco Villa. Se sentaron los dos en la silla presidencial...Villa se sentó en la silla presidencial, y Zapata a su lado. Le dice: Oye, todos los desgraciados traidores que se sientan en esta silla, al pueblo le hacen así (ademán) ¡La quemamos!, dice...Dijo Zapata: ¡La quemamos! (PAUSA) A mí se me ocurre, le digo: ¿Me permite usted darle una información? Bueno, usted me dice: yo no sé hablar, pero usted óigame lo que le digo, porque ahorita que tomamos la Ciudad de México y que lo tenemos en las manos todo, ahorita toda la Ciudad de México, no estaba tan grande como ahora, pero...le digo: entre usted de presidente de la República y aquí, mi general Zapata y ahorita lo que piensa usted hacer en beneficio del pueblo, que se escriba y de una vez dándole (ininteligible) mi general Zapata se les ha de repartir las tierras, y usted que ha repartido las tierras de Durango y todas esas...(ininteligible) Sí, pero nomás que usted fuera presidente. (imperativo) ¡Usted vaya allá a cuidar, ya después platicamos para..., ahorita comentamos ese asunto...ya me corrieron de ahí...luego me mandaron por allá. (pausa) Pues sí, sí, sí se le hizo a Francisco I. Madero, pero ese cabrón de Álvaro Obregón, y el otro cabrón de...Venustiano Carranza, esos no estaban de conformidad, porque decían que no estaba bien lo que estaban haciendo ellos, que las tierras de las haciendas, era la opinión de Venustiano Carranza, que las haciendas se les devolviera a los campesinos (corrige) a los hacendados, para que ellos son los que nos daban de comer porque trabajaban las haciendas (una o dos frases del todo ininteligibles)...no, no, no se va a poder. (ininteligible) Por fin que seguimos el movimiento, y aquí con Aquiles Serdán y toda la gente...nomás que ya le hicieron el honor de salió aprobado ser presidente la República, nomás que los traidores de...Victoriano Huerta, y hartos cabrones, nomás lo...nomás tomó la protesta de ley y ya estaban (ininteligible) ...los sacaron del Palacio y a poca distancia que los fusilan a los dos, a...
E.R: ...a Madero y Pino Suárez.
A.C: Sí, a Madero y Pino Suárez. ‘Tons este, bueno...(con tristeza) ¡hijo de la chingada!...(larga pausa).

BIBLIOGRAFÍA
Buve, R. (1994) El movimiento revolucionario en Tlaxcala. UAT-UIA.
Cuéllar, C. (1975) La revolución en el estado de Tlaxcala. Tomo I. INEHRM-SEGOB.
Ramírez, M. (1995) La revolución en los volcanes: Domingo y Cirilo Arenas. IIS-UNAM.

NOTAS
[1] Rodríguez, E. (1993): “La utopía de Ambrosio”. Texto inédito.
[2] Lamentablemente, don Ambrosio murió a principios de 2005, por lo que fue imposible realizar una nueva entrevista.
[3] Juan Cuamatzi (1879-1911): caudillo tlaxcalteca que peleó a favor de Madero en los primeros días del movimiento revolucionario. Cfr. Buve (1994), Cuéllar (1975) y Ramírez (1995).
[4] En su habitación, un enorme galerón de 10 x 10 mts, y paredes de 3 ó 4 metros de alto, don Ambrosio ha montado un verdadero museo en el que guarda algunas reliquias; entre ellas la bandera que le tocó enarbolar durante la Revolución, mientras estuvo bajo las órdenes de Juan Cuamatzi.
[5] Paullina fuscecens, Anacardium. Especie de ortiga ponzoñosa que crece, generalmente, en la orilla de arroyos y pozas de agua, y que al contacto con la piel provoca una intensa comezón e irritación en la parte afectada.
[6] El 26 de mayo de 1910, Juan Cuamatzi inició la insurrección por órdenes de Aquiles Serdán. Cfr. Cuéllar (1975).