miércoles, 21 de enero de 2009

La poetisa maldita de la ruta 7




Sobre el tranquilo remanso donde duermen las estrellas,
la blanca Ofelia flota como un lirio.

Arthur Rimbaud

Cada indigente, pordiosero o artista callejero que hay en la ciudad arrastra su propia rareza. Ninguno es igual a otro: éste lleva consigo una jaula de cristal llena de tierra, aquél captura planetas con un hilo imaginario que lanza al cielo al caer la tarde, y ése echa llave a una puerta imaginaria cada vez que cruza la calle. Pero todos llevan de un modo u otro la impronta del infortunio, la fealdad y la locura; enigmas que despiertan miedo en la mayoría de la gente. No es para menos pues algunos de estos personajes son verdaderas esfinges urbanas con el poder de hechizar a quien las ve.

Eso me sucedió cuando conocí a Anka. Fue hace algunos años, al subir a un microbus en la glorieta de Insurgentes. Ella abordó dos cuadras más adelante: una joven mujer europea menuda y delicada, de rostro muy pálido y hermoso, aunque descompuesto. Su cabello rubio estaba casi a rape, dejando ver un cráneo surcado de pequeñas y numerosas cicatrices. Sus ojos azules profundos no se posaban sobre nada sino que permanecían fijos en el vacío. Llevaba un vestido sucio y un rebozo con el que envolvía un niño pequeño. Olía mal, como si no se hubiera bañado en semanas. Hablaba mucho, de manera confusa, con acento eslavo o alemán. Esa vez recitó un poema y lo hizo de manera vibrante, febril, paseándose por el pasillo y gesticulando de modo exagerado, saboreando cada unas de sus palabras, golpeando las “erres” al hablar, arrastrando la lengua como una prima donna:

El enigma de la fealdad tú no lo has descifrrado. Tú no sabes por qué el Señorr, dueño de los lirios del campo, consiente que la culebra vaya entre los lirrios. Él la deja atravesarr sobre los musgos perfumados. En lo feo la materria está padeciendo: yo he escuchado su gemido. Mirra su dolor, y ámalo.
Ama a la arraña, porque no tiene, como la rosa, la exprresión de la dicha, y no alegra los ojos que la miran.
Ámala porque es, con el escarrabajo, con el gusano de la tierra, un anhelo malogrrado de armonía, una ansia no escuchada de perfección.
Son como algunos de tus días, mezquinos y vulgares a pesarr de tí mismo.
Ámalos también porque no te recuerdan a Dios, ni los semblantes que has amado, como te los recuerda una azucena, y por esto mismo no alcanzan a inspirrarte amorr.
Ten piedad de ellos que buscan ávidamente, dolorrosamente, la belleza que no trajeron y a la cual aspira todo lo inanimado.
La arraña venturada, en su tela leve, sueña con la idealidad, y el escarrabajo deja el rocío sobre su dorso para que le finja, siquierra unos instantes, con la luz, un resplandor.

Lo primero que pensé, después de escuchar este fragmento de grandeza, fue que Anka era la reencarnación femenina de Charles Baudelaire, una poetisa maldita que de pronto aparecía en el D.F. casi 200 años después, sumergida en lo más hondo de la realidad mexicana, reivindicando con un poema el lado repulsivo de la vida y a sus hermanos, los lúgubres de esta ciudad “donde todo, hasta el horror reviste cierto hechizo”.

Anka terminó su declamación. En todo el tiempo no dejó de caminar por el pasillo, hablando y conduciéndose de manera extraña, casi delirante. El niño no dejaba de observarla en silencio mientras ella iba de asiento en asiento. Unos cuantos pasajeros le dieron dinero y los demás prefirieron no mirar, seguramente intimidados por su extraña imagen y su lenguaje cargado de símbolos.

-Acabas de escucharr el poema “Lo Feo”, poema moderrnista del mexicano Amado Nerrvo. Orra pasarré por tu lugar, por si quisierras dar moneda o sonrisa que no te perrjudiquen. No te olvides de mirrar al sol de frente mientras vas porr el camino, ni temas a las nubes que oscurrecen la salida de tu cueva, y recuerrda que después de la torrmenta los pimientos son rojoss.

2 comentarios:

David Rodríguez dijo...

Wow! Por qué nunca supe de la existencia de Anka?

Dámaso Pérez dijo...

Uff, qué buena entrada

A mí me ha tocado ver a esa poetiza, y efectivamente llevaba a un crio acuestas.
Me pregunto si la llegada del Metrobús le habrá afectado.

Un abrazo, querido carnal