A menudo pienso en la extraordinaria capacidad humana para tomar las cosas inasibles o intangibles y crear con ellas, de la misma forma en que aprovechamos la materia para fabricar herramientas y otros objetos de uso cotidiano. El primer ejemplo que se me ocurre es el fuego: ningún otro ser ha sido capaz de coger y manipular esta sustancia misteriosa e incontenible, y domesticarla en su provecho. El segundo y tercer ejemplos son, respectivamente, los símbolos, que dan forma a nuestros significados invisibles, y la idea de Dios, a través de la cual hemos tomado la sublime grandiosidad de la Nada para convertirla en un Todo entrañable. De aquí en adelante los ejemplos son innumerables, tanto en el campo de la ciencia y la industria como en el terreno de las artes. Hemos cogido la luz y hacemos con ella impresiones fotográficas. Condensamos el sonido y la armonía cósmica para confeccionar la música. También manipulamos el tiempo y el movimiento, que rigen la vida de los seres y elementos de la naturaleza, y con ellos hemos creado la danza.
A continuación presento algunas imagenes tomadas el sábado pasado, durante un espectáculo de bailes tradicionales europeos, celebrado en el fuerte de La Bastilla, antigua fortificación que se levanta sobre una de las montañas que rodean a Grenoble. Fue un evento abierto en el que cualquiera podía pararse a bailar. En apariencia eran danzas sencillas y fáciles de aprender, pero lo cierto es que demandaban gran coordinación y esfuerzo físico. No tenían la cadencia suave y sincopada de la música afro antillana a la que estamos acostumbrados; sin embargo, eran ritmos vertiginosos, llenos de gracia y delicadeza. Las fotos únicamente pretenden ser bosquejos de dicho movimiento.
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