jueves, 29 de abril de 2010

El vampiro


El otro día tuve uno de esos sueños que ocurren o aparecen en los primeros momentos del descanso, cuando por la noche, al mirar la televisión, leer o platicar con la esposa, cabeceamos y cerramos los ojos sólo un par de segundos; que, sin embargo son suficientes para llevarnos muy hondo, al fondo de nosotros mismos.


Soñé que recién acababa de morir. Me daba cuenta y me sentía liberado, contento de poder por fin dar rienda suelta a mi naturaleza de fantasma. Recuerdo haberme sentido malo y experimentar con ello un placer punzante. Pensé: "Ahora podré volar y asustar a los vivos". Estaba ansioso por salir y abandonar para siempre el triste despojo en que se había convertido mi cuerpo. Sentí la ligereza de mi esencia inmaterial y desplegué por primera vez mis alas de alma perdida. Me iba pero al mismo tiempo seguiría aquí, con mi cara de espanto, para meter un calambre a aquellos pobres incautos, tan inseguros y enamorados tercamente de la vida. Comencé a elevarme y dar alaridos como, supuse, deben hacer los espectros, y fue en ese momento supremo cuando Ana me despertó, creyendo que tenía una pesadilla, cuando lo cierto es que, por un instante muy breve y hermoso, me había convertido en vampiro.

jueves, 22 de abril de 2010

El auto


Vi un Porsche esta mañana,

de camino a la oficina:

un escarabajo verde, pequeño y poderoso,

estacionado, dormido bajo el rayo del sol.


Era tan hermoso

que me hizo sonreír

y olvidar por un momento mis tristezas,

como una mujer bella y sofisticada

que pasa por la calle

y ni siquiera te voltea a ver.


Seguí mi camino hacia el trabajo,

aquel encierro:

horas que se arrastran pesadas y tristes

a través del día;

horas baratas

y normales

en las que vivo sumergido

sin saber qué sigue

deseando huir

y correr como aquel potente auto

veloz, estable, ardiendo en fiebre,

para luego caer rendido

y dormir tibiamente,

indiferente al tiempo y al mundo

que rugen y maldicen allá afuera.


Dragón o escarabajo:

la próxima vez que te vea

juro que te voy a robar.

miércoles, 14 de abril de 2010

Accidente


"Perro atropellado por un coche"
Mario Jodra

Ayer encontré a mi vecino
afuera de su casa.

La tarde resplandecía, pero
en su corazón ya era de noche.

Había muerto su perro:
un perro blanco y pequeño
algo pájaro, un poco niño.

Lo atropellaron
al cruzar la avenida,
alegre, ciego, imprudente,
y ahí quedó:
tendido,
expuesto,
soñando
que llovía,
que amanecía,
que despertaba.

Y mi vecino,
que es hombre duro
y curtido, color calle,
lloraba a su amigo,
humilde y triste
como un cielo gris;
sentado junto al pobre despojo
que no dejaba de soñar.